EL CAMINO DEL SUFRIMIENTO

Sentada en un colchón en el suelo, al lado de dos contenedores de basura, una mujer joven de pelo corto quiso comunicarnos algo. En un cartel grande había escrito, con letras mayúsculas: "Las mujeres, al parir, abrís el camino del sufrimiento y cerráis el del descanso". Al principio no lo entendí bien. Pensé que se refería al sufrimiento de las madres, a que nosotras elegimos el camino del dolor desde el momento en que nos quedamos embarazadas para no volver a abandonarlo nunca más. Pero luego lo pensé bien y me sentí derrotada. No se refería a eso.

Ella quiso castigarnos por dar la vida, por traer personitas a un mundo en el que ella solo ha conocido la angustia. Desde su colchón sucio me estaba recriminando haber creado a mi hija sin que ella (mi hija) me lo hubiera pedido. Es verdad, yo no le pregunté si quería venir, pero a mí nadie me lo preguntó tampoco. Y así llegué, como todos, a un lugar desconocido, brutal y cambiante, es decir, nuestro querido planeta, plagado de imbéciles pero también de personas únicas e irrepetibles. Es un círculo vicioso.

Supongo que esa mujer odia a su madre con toda su alma y ya se lo habrá hecho saber de alguna manera. Pero también quiere compartirlo con los traseúntes de Madrid con un cartelito en el que en lugar de pedir para comer, te avisa de que no se te ocurra parir porque si lo haces serás algo parecido a una asesina. Supongo que prefiere la extinción de la raza humana a seguir viviendo y que espera con ansia el final de ese camino tortuoso que es la vida.

La escena me pareció triste, especialmente porque ese cartel lo había escrito una mujer y particularmente porque me recordó a las palabras de un compañero de trabajo que tuve y que me parecía un tipo honesto y cabal. Me dijo que él nunca tendría hijos, que para él la vida era una putada y que nunca le haría eso a nadie para satisfacer un deseo personal.

Quiero creer que tener hijos no es solo un deseo personal sino global. Que el mundo entero se alegró el dia que nació mi hija tanto como yo me alegro de ver pequeños seres por nuestras calles. Y quiero creer que mis hijos sabrán encontrar, entre los rincones de su existencia, las cosas buenas que tiene la vida, que son muchas muchas y que nunca pensarán ni escribirán nada parecido a eso.