Estaba al final de un callejón sin salida. En un rincón de trastos viejos. Detrás de una puerta muy azul.
Casita pequeña de colores, canciones y mujeres.
Oasis de yeso y uralita, arrinconado entre paredes llenas de palabras. De risas, lágrimas y confesiones. De verdades enteras y mentiras a medias. De puñales y de besos.
Era la visión del futuro en unas cartas gastadas. Era olor a
incienso. Era un cojín rojo con forma de corazón. Los crujidos de las escaleras que
subían hasta la terraza de suelo ondulado. Era el frío que te paralizaba en
invierno. Era un baño en el patio.
Taponaron sus ventanas con cemento y agonizó durante meses.
Hasta que la tiraron con toda su vida dentro.
Y aún hay quienes creen que ya murió.
(Nunca estuvo tan viva.)
Castells 25. Barcelona. Ellas y yo.
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