MOBILIARIO URBANO

Están sentados en el centro de la calle. A pleno sol. En la bifurcación de dos caminos que no llevan a ninguna parte. Nadie les mira. Nadie les ve. Llevan tanto tiempo ahí sentados que se han convertido en parte del paisaje. Un mueble, una piedra, una roca con forma humana. Con forma de amor para toda la vida, de amor que ya no es amor. De amor gastado, olvidado, petrificado.

Son un monumento a la soledad, al paso del tiempo, al silencio. A ese silencio que solo pueden mantener ellos entre ellos, para siempre y por siempre. Un silencio que habla, que llora y que grita aunque nadie les mire ni nadie les oiga.